Abordaje de la Homosexualidad Femenina en los Tramos Fundantes de la Institucionalización del Psicoanálisis Argentino (1942-1955)

Aproximação à Homossexualidade Feminina nos Estágios Fundadores da Institucionalização da Psicanálise Argentina (1942-1955)

Addressing Female Homosexuality at the Founding Stages of the Institutionalization of Argentinian Psychoanalisis (1942-1955)

Ana Elisa Ostrovsky1

Julia Marín

Viviana Alfonso

Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP)

Resumen

El presente trabajo tiene como objetivo abordar desde una perspectiva histórica la presencia de sesgos valorativos en torno a la homosexualidad femenina en nuestra disciplina. Particularmente nos centraremos en desarrollos del psicoanálisis en Argentina desde su institucionalización en 1942 hasta 1955.En primer momento tomaremos la noción de heterosexualidad obligatoria señalada por la teórica feminista Adrienne Rich. Dentro de dicho marco, en un segundo momento nos referiremos estudios sobre la homosexualidad femenina analizando textos fundantes de Freud y sus discípulos. Luego realizaremos algunas puntuaciones acerca de la historia del psicoanálisis en Argentina y expondremos ejemplos del abordaje de la homosexualidad femenina en los años de fundación y consolidación del psicoanálisis institucionalizado (1942-1955). Finalmente reflexionaremos sobre cómo la historia de la disciplina nos permite revisar críticamente los valores que los psicólogos ponemos en juego- en nuestras prácticas y sus importantes consecuencias.

Palabras-clave: historia del psicoanálisis, Argentina, homosexualidad femenina, valores

Resumo

Este trabalho pretende abordar, a partir de uma perspectiva histórica, a presença de vieses de avaliação sobre a homossexualidade feminina em nossa disciplina. Concentra-se principalmente na evolução da psicanálise na Argentina, desde a sua institucionalização em 1942 até 1955. Em primeiro lugar, dá-se a noção de heterossexualidade compulsória indicada pela teórica feminista Adrienne Rich. Dentro desse quadro, em segundo lugar, faz-se referência a estudos sobre a homossexualidade feminina, analisando textos fundadores de Freud e seus discípulos. Então, são feitas algumas afirmações relativas à história da psicanálise na Argentina e se discutem exemplos de abordagens da homossexualidade feminina nos anos de fundação e consolidação da Psicanálise institucionalizada (1942-1955). Finalmente vamos pensar sobre a forma como a história da disciplina nos permite avaliar criticamente os valores que os psicólogos muitas vezes põem em jogo nas nossas práticas regulares, e suas consequências importantes que possam derivar disso.
Palavras-chave: história da psicanálise, Argentina, a homossexualidade feminina, valores

Abstract

This paper aims to approach, from a historical perspective, the presence of evaluation biases on the female homosexuality in our discipline. We will focus mainly on developments of Psychoanalysis in Argentina from its institutionalization in 1942 until 1955. Firstly we will give the notion of compulsory heterosexuality indicated by the feminist theorist Adrienne Rich. Within this framework, secondly we will refer to studies about female homosexuality analyzing founding texts of Freud and his disciples. Then we will make some statements regarding history of Psychoanalysis in Argentina and we will discuss examples of female homosexuality approaches in the years of foundation and consolidation of institutionalized Psychoanalysis (1942-1955). Finally we will reflect on how the history of the discipline allows us to critically review the values that psychologists often bring into play in regular practices and therefore, the important consequences that may derive from it.

Keywords: history of psychoanalysis, Argentina, female homosexuality, values

Introducción

Ciencia, Feminismo, Heterosexualidad Obligatoria

Para analizar históricamente los juicios y prejuicios que la psicología como disciplina académica y herramienta de intervención ha desplegado sobre la homosexualidad femenina, es necesario esbozar brevemente las condiciones que posibilitan dicha empresa desde hace varias décadas. Particularmente nos referimos al surgimiento de un conjunto de corrientes “criticas”, tanto en historia de la psicología como en los estudios sociales en general, que desde los años setenta del siglo XX han criticado la versión clásica de la ciencia como una empresa progresiva, acumulativa, lineal y neutralmente valorativa (Danziger, 1984; 2013; Vera, 2008). Desde las epistemologías feministas surgidas al calor de los movimientos emancipatorios de las mujeres en variadas latitudes, se ha cuestionado el androcentrismo y el sexismo en las ciencias plasmado en la extrapolación injustificada de modelos gestados bajo el parámetro del varón blanco, occidental y heterosexual (Ferrari, 2005; Maffia, 2007). Cabe destacar que dicha concepción androcéntrica, que plantea un falso universal, no es sólo un problema teórico o meramente práctico de la metodología de investigación. La misma refleja profundamente aspectos de la división sexual del trabajo científico y la desigualdad de oportunidades que las llamadas minorías (aunque en ocasiones representen más de la mitad de la humanidad) tienen respecto de los lugares de toma de decisión disciplinar como las políticas de investigación y los programas de intervención , entre otros (Harding, 1996; 1998). Dentro del conjunto de las voces críticas, entre las cuales se encuentran también los movimientos descoloniales y poscoloniales, se procura desacralizar a las disciplinas, a fin de contemplarlas como empresas sociales, geopolíticamente situadas y valorativamente atravesadas (Mendoza, 2010; Espinosa-Miñoso, 2014).Uno de los valores cuestionados, eje de nuestro trabajo, es el sostenimiento de la heterosexualidad como un hecho “natural” consignado por el dimorfismo bilógico macho-hembra. Se trata de una polaridad que esencializa en dos a los géneros, los convierte en productos de la naturaleza, y sosteniendo ideas de cuño religioso solapadas bajo la rúbrica de la ciencia, los ubica como una complementariedad reproductiva sin fisuras (Galán & Sánchez, 2006).Quedan así coagulados diversos aspectos de la complejidad y diversidad humana: la presentación corporal, la identidad sexual, la orientación sexual y la infinita posibilitad de mutaciones y combinaciones que las mismas pueden tener a lo largo del tiempo.

La cristalización de un cuerpo mujer “hembra” y “macho” heterosexual no se trata sólo de prácticas sexuales, sean éstas reproductivas o no. Se refiere a toda una imaginería científica que ubica al varón como racional y productor anclado en el espacio público y a la mujer como emotiva y reproductora fundida en el espacio privado, en la calidez del hogar. Cabe destacar que dicha visión no posee sustento histórico, dado que las mujeres siempre (hoy y hace doscientos años) han trabajado, y las familias han atravesado configuraciones y roles diversos. Sin embargo, la potencia de la metáfora de la familia burguesa con roles definidos y complementarios nos llega en los valores y prácticas que sustentan nuestras disciplinas, más aún cuando presentan sus modelos (como por ejemplo el Complejo de Edipo) como ahistóricos y universales ( Bandeira, 2008; Lamas, 2015; Serdeño, 2015).

La heterosexualidad como único y hegemónico esquema de intelección humana ha sido denunciada por la escritora y teórica feminista Adrienne Rich a través de su concepto de heterosexualidad obligatoria. Dicho constructo fue originalmente propuesto por el colectivo Purple September Staff, una agrupación feminista de los Estados Unidos, que lo señaló como una de las instituciones centrales del patriarcado, al igual que el colectivo italiano Rivolta Femminile encabezado por Carla Lonzi que constituye otro valioso antecedente (Miñoso, 2003). La mencionada escritora con su concepto subrayaba, a principios de los ochenta, la necesidad de entender a la heterosexualidad no sólo como una cuestión de orientación de deseos sino como a una construcción histórica, una institución de carácter económico que a su parecer posibilita y fomenta la doble jornada laboral para las mujeres y la división sexual del trabajo entendida ésta como la más perfecta de las relaciones económicas (Rich, 1996; Mateo Gallego, 2011). En similar sintonía, Monique Wittig, feminista materialista francesa, definió la heterosexualidad como un régimen político cuya ideología sostiene la diferencia sexual como un principio ordenador. Dicho principio a su parecer inscribe ambos sexos en una formación imaginaria que imputa como causa explicativa final a la naturaleza. En consecuencia, la diferencia esgrimida como natural oculta poderosos determinantes económicos, políticos e ideológicos De esta forma lo que define a una mujer es una relación social específica con un hombre, relación que implica obligaciones personales y físicas. Las lesbianas, al negarse a ser heterosexuales aparecen como “prófugas de su clase” en tanto la heterosexualidad estaría implícita en la misma definición de mujer (Wittig, 2006). Las ciencias, al postular la heterosexualidad como “dato”, ejercerían sus efectos de verdad-poder, contribuyendo a la subjetivación de los individuos bajo su egida y a la construcción social de su naturalización en un imperceptible y reticular proceso de desideologización del constructo. Consecuentemente, la verdad científica, y el establecimiento de parámetros de normalidad y anormalidad con sus importantes consecuencias sociales y jurídicas, tenderían a imputar de anormal, desviada, enferma o abyecta cualquier tipo de relación que no se apoyare en dicha complementariedad polarizada. Ello ha podido observarse históricamente en el uso de la categoría perversión para abordar la homosexualidad (Ferla, 2004; Gorza, 2010) e incluso en la propuesta de tratamientos “correctivos” como son las terapias aversivas con exposición a pornografía y el electroshock, muy populares por los años cincuenta, sobre todo en el abordaje de la homosexualidad masculina (Smith, Bartlett, & King, 2004).

Desarrollo

En líneas preliminares señalamos el papel fundamental de las ciencias en la consideración de la heterosexualidad como parámetro necesario y en la interpretación de la homosexualidad en los márgenes de la norma. En nuestra formación, como psicólogas argentinas, el psicoanálisis históricamente ha tenido una importante impronta que se plasmó tanto en los diseños curriculares de las carreras de grado como en el desarrollo privilegiado del área clínica de la psicología en el ámbito profesional (Vilanova & Di Doménico,1999; Vilanova, 2003; Di Doménico, 2015). Partiendo de la situación, que coloca al psicoanálisis en un lugar central en los trayectos formativos de la disciplina, tomaremos estratégicamente los desarrollos freudianos y estudios de autores claves en Argentina para ejemplificar el abordaje de la homosexualidad femenina.

La Homosexualidad Femenina en el Psicoanálisis

Las mujeres, sobre todo las famosas histéricas, formaron parte desde los comienzos de las preocupaciones freudianas. En efecto, se suele sostener que el psicoanálisis nace escuchando las voces de aquellas mujeres victorianas sojuzgadas sexualmente y reprimidas merced a una sociedad conservadora. Las referencias a la sexualidad femenina son fundantes, aunque como se ha señalado en líneas precedentes, pese a considerar la bisexualidad como constitutiva de los seres humanos, Freud en textos como su o Tres ensayos para una teoría sexual de 1905, parte primeramente de descripciones con varones para luego invertir la dinámica y aplicar las mismas a las niñas. Las referencias a la homosexualidad femenina aparecen luego, cuando en 1920 el autor publica el primer caso de la bibliografía psicoanalítica sobre el tema: “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”. Dicho texto comienza con la presentación de una joven bonita e inteligente que llega a la consulta con Freud a instancias de su padre, hombre preocupado por la relación de la joven con una mujer “Cocotte” varios años mayor ella - la cual cortejaba con insistencia y como si fuera un varón (sic). El médico vienés señala allí la importancia de la identificación con el padre del otro sexo, y extiende la teoría de la homosexualidad del hombre a la mujer, la cual explica por la angustia de castración producto de la envidia fálica. Afirma también que, como en el varón, la mujer homosexual establece un intenso vínculo edípico con el padre, que luego abandona para identificarse con él (Freud, 1920).

Advertimos, siguiendo estos desarrollos, que la bisexualidad para Freud se expresaría en todo ser humano de forma constitucional y universal. En consecuencia, el camino de la libido oscilaría normalmente a lo largo de la vida entre el objeto masculino y el femenino. Al partir de la idea de una bisexualidad constitucional y estableciendo que la proporción entre lo masculino y lo femenino en cada individuo sufre oscilaciones muy notables, tal distinción tendrá marcadas connotaciones anímicas y funciones sociales concomitantes (Freud, 1932). Freud afirma que en toda elección de tipo homosexual habrá un interjuego de tres series de caracteres: caracteres sexuales somáticos, caracteres sexuales psíquicos (actitud masculina, femenina) y tipos de elección de objeto (Freud, 1920). Observamos de esta forma como la diferencia anatómica, con sus características genésicas, se traslada en el relato freudiano a un comportamiento y expectativas sociales. En relación a ello, el autor en ciertos pasajes de su obra pareciera explicar la homosexualidad mediante mecanismos análogos (pero inversos) a la heterosexualidad y obviamente con destinos sociales disimiles:

Es preciso confesar que también la sexualidad normal descansa en un restricción de la elección de objeto, y en general la empresa de mudar a una homosexual declarado en un heterosexual no es mucho más promisoria que la inversa, solo que a esta última jamás se la intenta, por buenas razones prácticas (Freud, 1920 p.144).

Por esa misma dinámica podría haber alguna posibilidad de viraje “favorable” hacia la heterosexualidad:

Sólo cuando la fijación al objeto del mismo sexo no ha alcanzado aún el poder suficiente o cuando preexisten considerables esbozos y restos de la elección heterosexual de objeto, en caso de una organización todavía oscilante o nítidamente bisexual, puede el pronóstico de la terapia psicoanalítica presentarse más favorable. (Freud, 1920, p. 145)

La homosexualidad femenina se presenta ante la figura del analista como una perturbación a explicar producto de la angustia de castración y de la envidia ejercida sobre la genitalidad masculina. En la conflictiva edípica la identificación con el padre conducirá al desarrollo de una sexualidad invertida, comenzando allí un interjuego de los roles de activo y pasivo. En la niña se advertiría el atravesamiento del Complejo de Edipo con una profunda ambivalencia, oscilando entre un intenso amor y la hostilidad, ambos propios de los vínculos primarios. Partiendo de premisas freudianas no fue casual que las propias mujeres psicoanalistas fueran tempranamente las que se preocuparon por las aristas de la sexualidad femenina estudiadas por Freud. Jeanne Lampl de Groot, Karen Horney, Joan Riviere, Marie Bonaparte y Emeline Hayward entre otras estudiaron la homosexualidad femenina, las ansiedades relacionadas con la feminidad y las particularidades de la sexualidad de las mujeres, estableciendo diferencias y revisiones respecto del pensamiento del propio autor (Lampl de Groot, 1928; Rivière, 1929; Horney, 1933; Hayward, 1943; Bonaparte, 1949). Tal es el caso de Helen Deutsch (1932a; 1932b), psicoanalista austríaca discípula de Freud y pionera en los estudios sobre sexualidad femenina, quien estudió la homosexualidad femenina centrándose, a diferencia de su maestro en la fase pre-edipica y no en la envidia de pene como eje central. De su despliegue armónico o de cualquier privación o desengaño se desencadenarían tres orientaciones en el desarrollo psicosexual: feminidad normal, inhibición sexual y neurosis o desarrollo de un complejo de masculinidad. Así en la niña debe producirse inexorablemente el pasaje de la madre al padre, para constituir su feminidad. Deutsch expresará que en el momento pre- edípicoen el cual la madre se presenta como el primer objeto de amor, se producirá o no el desvío de la sexualidad entendida como normal, posicionada en la pasividad y orientada a la maternidad, hacia una posición masculina, activa. La renuncia o no a dicha actividad será el eje de análisis. De sus desarrollos queda claro que una posición homosexual conduce inexorablemente a renunciar a la maternidad, siendo ésta una manera de conformación psíquica diferente, algo regresiva, y en ocasiones defensiva… Por momentos la autora pareciera marcar una linealidad donde la fijación masculina a la madre queda del lado de lo patológico, mientras que en otros pasajes parecería más descriptiva que prescriptiva (Vallejo-Orellana, 2002; García-Neira, 2012).

Freud mismo oscila entre ambas posiciones: “No es misión del psicoanálisis solucionar el problema de la homosexualidad. Tiene que conformarse con revelar los mecanismo psíquicos que han llevado a decidir la elección de objeto, y rastrear desde allí los caminos que llevan hasta las disposiciones pulsionales” (Freud; 1920, p. 146).

La misma oscilación puede observarse dentro de un mismo desarrollo teórico como el artículo de Ernest Jones de 1927 denominado El desarrollo temprano de la sexualidad femenina. Allí, partiendo del análisis de cinco historiales concibe distintas modalidades de homosexualidad femenina. Tanto las mujeres “hombrunas” como las que dirigen su libido a las mujeres ignorando a los varones , son entendidas en términos de fijaciones patológicas; mientras que aquellas que obtienen una gratificación de sus deseos femeninos sustituyendo el pene por otro objeto estarían “más cerca de la normalidad” (Jones, 1927, p. 467).

Así, como lo ha señalado la literatura sobre el tema, el abordaje de la homosexualidad y particularmente de la homosexualidad femenina, ha sido un espacio ambiguo en el psicoanálisis (Hammer, 1990; De Lauretis, 1994; O’Connor & Ryan, 2003).

Podría afirmarse que las posturas psicoanalíticas durante casi más de un siglo siguieron los vaivenes valorativos del conjunto de los saberes “psi” en general los cuales oscilaron entre la patologizacion y la asunción de la diversidad (Rieder & Voigt, 2004; García, Miranda, & Cota, 2007; Drescher, 2008). Empero, como observamos en las líneas precedentes, las posturas asumidas por sus teóricos distaron de ser homogéneas. En un mismo periodo histórico y como atestiguamos con Freud, inclusive en un mismo autor en diferentes pasajes de su obra, se vislumbran variaciones en la conceptualización de la homosexualidad. Lo que pareciera ser un común denominador es el sostenimiento de un sistema binario complementario que asume dos biologías, dos sexos y dos tipos de elección de objeto. Varón-mujer, activo-pasivo, masculino-femenino aparecen como supuestos epistémicos incuestionables con sus consecuentes cargas valorativas. De esta forma, navegando desde posturas patologizantes hacia descripciones más abiertas, entre la perversión y la inversión, entre la fijación y la elección, entre la restricción y el ejercicio, se presenta un panorama complejo que sin apartarse del mandato de la heterosexualidad obligatoria, muestra diversos matices a ser analizados caso a caso. En algunos tienen un mayor peso las dinámicas intrapsíquicas y las vicisitudes edípicas, mientras que en otros el “problema” de la homosexualidad se comprende desde su faz social y desde las dificultades de asumirse diferente al parámetro hegemónico. En concordancia con este sentido se inscriben las “buenas razones prácticas” que menciona Freud para asumir la heterosexualidad, las razones que han de alinearse en un sistema binario validado y promovido históricamente por las principales instituciones sociales.

Abordaje de la Homosexualidad en el Psicoanálisis Institucional Argentino

Se pueden rastrear momentos de la recepción del psicoanálisis en Argentina desde comienzos de siglo XX, tanto por su crítica en el seno de la medicina como por sus citaciones en el mundo literario y la cultura popular (Vezzetti, 1996a; 1996b). No obstante, constituye un hito en la historia de su desarrollo su consolidación institucional plasmada en la fundación de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) en diciembre de 1942 bajo las firmas de los doctores Ángel Garma, Celes Cárcamo, Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichón Riviere, Marie Langer y Enrique Ferrari Hardoy. La APA, reconocida luego por la IPA (Asociación Internacional de Psicoanálisis), tuvo como órgano de difusión la Revista de Psicoanálisis y durante casi treinta años - dentro de los cuales se crearon las carrereas de psicología - hegemonizó la formación y práctica psicoanalítica en el país (Balán, 1991; Dagfal, 2009a). El periodo elegido para el presente análisis toma como hito la fundación de la mencionada institución y como línea de corte el año 1955, el cual además de introducir un cambio político debido al golpe de estado al peronismo, anuncia la creación de las primeras carreras de psicología, que tendrán a sus primeros egresados a comienzos de los años sesenta. En dicho recorte temporal la línea teórica imperante en la institución es el psicoanálisis kleiniano. En efecto, los desarrollos de Melanie Klein signaron, tanto en su faz teórica como en sus aspectos técnicos, aquellos años del psicoanálisis argentino, aplicándose en nuevos campos como el psicoanálisis de niños y constituyendo el punto de partida para la formulación de propuestas originales (Etchegoyen & Zysman, 2004; Dagfal, 2009b; Macchioli, 2013).

Ya en décadas subsiguientes, la presencia de la APA se entremezcla con una serie de instituciones y publicaciones del mundo “psi” y la cultura en general que toman al psicoanálisis como una herramienta de intelección no sólo del padecer psíquico sino de la realidad social (Plotkin, 2003). Nos interesa además considerar los años cuarenta y cincuenta como décadas bisagra entre un pensamiento sobre la sexualidad el cual resulta más opresivo en los años 30, a partir de explicaciones médicas - endocrinas patologizantes de la homosexualidad, y los años sesenta y setenta caracterizados por una modesta liberación en materia sexual y una despatologización progresiva de la homosexualidad (Ramacciotti & Valobra, 2008; García-Neira & Falcone, 2014; Trebisacce, 2015).

De esta forma, la pluma de los miembros de la APA, (en dichos años analistas, didactas y personajes de la cultura conectados de diferente forma con el devenir del psicoanálisis internacional), resultaba un importante criterio de autoridad científica para discutir ciertos temas entre los cuales estaba el que nos convoca.

Al respecto Marie Langer, psicoanalista austriaca y miembro fundador, en 1943 leía en un seminario interno un trabajo titulado “Psicoanálisis de una mujer homosexual”, publicado en 1948 en la Revista de Psicoanálisis y en 1969 como capítulo del libro denominado “La homosexualidad femenina. Las respuestas del psicoanálisis a una cuestión sumamente eludida. Cabe destacar que la autora, quien llega al país luego de un periplo por España y Uruguay fruto de su compromiso con el partido comunista, se preocupa apenas fundada la APA por cuestiones “femeninas” como las relacionadas con la maternidad y los ciclos hormonales (Langer & Carcamo, 1944; Langer, 1944; 1945) Dichos temas y su militancia con la izquierda y los procesos libertarios latinoamericanos la llevan a pasar sus últimos años exiliada en México y cercana a movimientos feministas (Hollander, 1985; Graschinsky de Cohan, 2002; Carpintero, 2004; Sinay, 2008).

Volviendo a los años cuarenta, contemplamos que la autora, en el citado trabajo sobre la homosexualidad expone con minuciosidad clínica el caso de Eva, una mujer de mediana edad, separada y con cuatro hijos que presentaba ideas suicidas y un marcado estado confusional. La paciente exhibía, en sus relaciones un perfil heterosexual hasta que comenzó a tener encuentros sexuales con parejas, dentro de las cuales la presencia de la mujer jugaba un rol preponderante. La autora entiende su conducta heterosexual triangular como un intento fallido de salida de sus conflictos y, a partir de los desarrollos de Melanie Klein, explica las tendencias homosexuales de Eva como resultado de fijaciones orales tempranas con su madre. Cabe señalar que la autora reseña que Eva a los 5 años se subía a las rodillas de los hombres que frecuentaban el despacho de bebida de su madre y sentía sus erecciones. Al respecto Langer dice “provocaba con movimientos hábiles e inocencia fingida, una erección” (Langer, 1948, p. 61). A su vez, a los12 años había “mantenido relaciones sexuales con su padre” (p. 61) y “en el análisis se dio cuenta que había sido ella quien, más tarde, había provocado a su padre, un hombre débil y muy sensual” (p. 65).

Según Langer, su homosexualidad sería un modo de revivir regresivamente vivencias preedipicas con la madre como objeto único ante las ausencias reiteradas del padre y la falta de gratificación de su sustituto (un tío distante que amaba de niña). La homosexualidad es aquí una fijación patológica, pero a su vez un modo posible de resolución de conflictos. Ante dicho panorama la autora no quiere “convertir” a Eva en una mujer heterosexual. Su apuesta es analizar su situación priorizando en la elección de Eva los resortes intrapsíquicos de la misma. Así, centrándose en el mundo interno de la paciente y sus vicisitudes edipicas, la autora pareciera colocar en segundo plano la violación cometida por su padre y los abusos sexuales de los parroquianos hacia la niña como hechos de violencia en sí mismos y posibles factores desencadenantes de su preferencia por las mujeres. Desde una mirada contemporánea y luego de años de desarrollos en materia de violencia de género, este tipo de intervenciones parecieran no sancionar ni jurídica ni analíticamente situaciones abusivas. Al respecto, consideramos que quizás en los años cincuenta y dentro de un marco estrictamente kleiniano la lógica indicaba no dejarse “engañar” por los hechos relatados e ir siempre a la búsqueda de los dinamismos subyacentes, en éste caso los destinos de las ansiedades tempranas Cabe señalar que la problemática ubicación de los abusos sexuales dentro del marco psicoanalítico no representa en Langer un caso aislado. Como ha señalado Isabel Monzón (1999) se inscribe en una historia de malos entendidos, negaciones y desmentidas producto en parte de la confusión entre la fantasía y la marca traumática.

Realizando una revisión sistemática de la totalidad de los números de la Revista de Psicoanálisis de la APA en el periodo propuesto, observamos que la referencia a la homosexualidad aparece primeramente en el examen de homosexuales varones. Artículos traducidos al español como los de los psicoanalistas Ludwig Eidelberg (1948) o Karl Abraham, (1947) y trabajos propios de los miembros de la APA como el de Enrique Racker, (1945), Ángel Garma (1944), David Liberman (1951) y José Remus-Araico (1955), en conjunto y con diversos matices en la acentuación o no de la homosexualidad como una forma de perversión, analizan la misma en su vínculo con las tendencias paranoides según los lineamientos freudianos expuestos en trabajos como “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci” (1910), “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”(1911) y “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad”(1922). Respecto a la homosexualidad femenina, además del citado trabajo de Langer, aparecen dos referencias a autores extranjeros: Johan Van Ophuijsen y Edmund Bergler. El primero, uno de los pioneros del psicoanálisis en Holanda, desarrolla observaciones sobre el complejo de masculinidad en las mujeres (Ophuijsen ,1948).En dicho trabajo, expuesto ante la Sociedad Psicoanalítica Alemana en 1917 y traducido en 1924 en el International Journal of Psychoanalysis, expone cómo la génesis del complejo de masculinidad, sobre todo cuando éste se encuentra fuertemente marcado, está indefectiblemente determinada por la visión del órgano genital masculino y la comparación realizada por la niña en relación a sus deficientes, atrofiados o mutilados genitales. El análisis de la persistencia acerca de poseer genitales masculinos en los historiales descritos sigue los lineamientos de la envidia de pene propuesta por Freud. El autor arguye, continuando el modelo de alienación obligatoria entre identidad y orientación sexual, que la masculinización y la homosexualidad de las mujeres son como las dos caras de una misma moneda, siendo las mujeres homosexuales mujeres hombrunas fijadas a una especie de masculinidad imposible. Otro aporte publicado en la citada revista es el de Edmund Bergler, psicoanalista austriaco-americano, quien escribe sobre el peso de la realidad y la fantasía en la génesis de la homosexualidad femenina (Bergler, 1946). En dicho trabajo señala el tema como poco estudiado por su supuesta falta de repudio social en comparación con la homosexualidad masculina. Sea ausencia de repudio o invisibilización, expone cinco casos clínicos de lesbianas “activas” (él a diferencia de sus pares citados las denomina así), donde éstas atribuían su condición a sucesos traumáticos externos. Estas fantasías son contrastadas por el autor con los determinantes intrapsíquicos de las familias de las lesbianas, construyendo así un verdadero patrón familiar: “situación psíquica inconsciente”. La misma es caracterizada por cuatro ápices: una madre agresiva y dominante con un padre ausente o débil, una niña que odia a la madre y es incapaz de romper su ambivalencia preedipica con ella, un Complejo de Edipo que por las dos circunstancias anteriores nunca alcanza su grado normal, y tendencias autodesctructivas en la niña. Ante dicho panorama la terapia psicoanalítica se plantea como una posible “curación” de la perversión homosexual siempre y cuando el sentimiento de culpa inconsciente de la mujer pueda ser utilizado en terapia, y que así la paciente aceptare el tratamiento voluntariamente y no existieren demasiadas tendencias autodestructivas.

En similar clave kleiniana, Luis Rascovsky, renombrado analista y hermano de uno de los fundadores de la APA, en 1945 había abordado el tema de la flagelación y su conexión con la homosexualidad masculina (Rascovsky, 1945). En 1953 escribe un artículo denominado Psicodinamismos en un caso de homosexualidad femenina. Allí el autor exponía el caso de Inés, una joven próxima a casarse que manifiesta fantasías sádicas dirigidas a su futuro esposo y posibles hijos que la llenan de angustia. De su historia infantil menciona que el padre abandona a la madre a los dos meses de edad de la niña y que cuando ésta tenía seis años “seduce y es seducida por el padre mediante caricias de carácter francamente eróticas“ (Rascovsky, 1945, p. 78). La paciente, quien luego se casa y queda embarazada, tiene fantasías de cariz homosexual y temor a dejarse llevar por las mismas erosionando su precaria vida sexual signada por la frigidez. El autor, coincidentemente con Langer, no pretende durante su tratamiento acentuar la heterosexualidad de la paciente ni tampoco llevarla a realizar sus fantasías homoeróticas. Entiende dicha tendencia como una identificación masculina que implica poseer el pene del padre y a su vez satisfacer inconscientemente a su distante madre por poseer dicho atributo. Son centrales para Rascovsky las tendencias envidiosas de la joven siendo niña y las reiteradas frustraciones que le provocara su madre y luego su tía como figura sustituta de la última. Al igual que en Marie Langer, consideramos que su adhesión teórica lo lleva a colocar el peso interpretativo en el ámbito intrapsiquico, quedando en segundo plano el episodio del abuso paterno, el cual se aborda más como una marca erótica, que como una huella traumática en si misma - o traumática luego por la ausencia del padre. A su vez, coincidentemente con la citada autora entiende a la homosexulidad como un “problema”. Sin embargo, en el análisis del caso cree que la identificación con el padre salva a la paciente de males peores como podría ser una regresión psicótica.

Reflexiones Finales

En los párrafos precedentes realizamos algunas puntualizaciones sobre las ideas freudianas y posfreudianas acerca de la homosexualidad femenina y cómo en los años de consolidación institucional del psicoanálisis en Argentina - el periplo que va desde mediados de los años cuarenta hasta promediando los años cincuenta del siglo XX - dichas nociones se encarnan en clave kleiniana en miembros muy respetables del establishment psicoanalítico local. En la concepción psicoanalítica sobre la génesis de la homosexualidad priman, como observamos, el complejo entre fijaciones preedipicas y vicisitudes edípicas en un interjuego identificatorio que da como resultado una niña fijada a la posición del padre. La ­homosexualidad sería, según el caso, una inversión o perversión, pero siempre una suerte de desviación del desarrollo normal. Cabe destacar que dicha concepción, que homologaba la homosexual a la enfermedad, no era en absoluto patrimonio de los desarrollos freudianos. La medicina de la época, la endocrinología y la naciente sexología abogaban por tal imagen e incluso proponían soluciones terapéuticas con mayor o menor grado de éxito. Lo común a los desarrollos psicoanalíticos era oscilar, según valoraciones que parecían más personales que estrictamente científicas, entre posiciones patologizantes como la del citado Jones, a otras que, como observamos en Langer, manteniendo aún a la homosexualidad como desviación o abyección, la observaban como una posible salida a conflictos e inclusive como un “mal menor” ante la posibilidad de una indiscriminación psicótica con la madre. Lo que todos los desarrollos mantenían - y es el corazón de la contradicción freudiana – era la coexistencia del sostenimiento de la bisexualidad constitutiva de los seres humanos con la postulación del camino heterosexual en su triple alineación (presentación física, identidad sexual y elección de objeto complementario) como el camino “normal”, esperable y eje de comparación para todos los demás casos. Así, lo que particularmente nos llama la atención como psicólogos formados con textos freudianos es que en nuestros trayectos académicos analizamos pormenorizadamente los mismos sin cuestionar su vigencia e incluso en ocasiones sosteniendo la categoría de perversión para referirnos a la homosexualidad. Cabe destacar que si bien no es políticamente correcto sostener dicha posición, sobre todo cuando ya existe el consenso a nivel internacional desde hace más de cuarenta años (se vota el retiro de la homosexualidad de la segunda edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en 1973), la insistencia en mostrar el desarrollo psicosexual en términos de polaridad y complementariedad sexual se presenta en los textos psicoanalíticos siguiendo el mandato de la heterosexualidad obligatoria propuesto por Rich. En la estructuración del psiquismo, con independencia de la ideología política del psicoanalista en cuestión (que por ejemplo en Langer era muy progresista), primaba el peso de los psicodinamismos intra e interpsiquicos por sobre los traumas “reales” vividos por las jóvenes. En los historiales, más allá de la falta de responsabilidad sancionada en las intervenciones, no se contemplan como posibles hechos traumáticos las violaciones y abusos de los padres en sus pequeñas hijas, los cuales son comentados como seducciones mutuas, Tampoco se otorgaba peso a las condiciones de vida de las mujeres y su frecuente exposición a diversos tipos de violencias que podría facilitar su rechazo de los atributos tradicionales de la feminidad Los casos que tomamos, sin duda acotados, sirven como ejemplos de un modo de teorizar e intervenir psicológicamente en la cuenca del Rio de la Plata que por aquellos años determinaba un marco que acentuaba los rasgos heteronormativos (como la polaridad y complementariedad entre géneros y la alineación entre identidad y orientación sexual), y seguía ubicando a la homosexualidad del lado de la desviación. Actualmente, si bien parte de dichos presupuestos se cuestionan, cabe destacar la necesidad de recordar la historicidad de las categorías científicas y herramientas de trabajo que empleamos los profesionales del campo. Revisar los valores epocales que vehiculizan nuestras opciones teóricas, y criticar los presupuestos que implícitamente asumimos, a nuestro parecer propician intervenciones psicológicas más sensibles a la diversidad humana.

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Recebido: 13/07/2016

Última revisão: 04/11/2016

Aceite final: 20/11/2016

Sobre los autores:

Ana Elisa Ostrovsky: Doctora en Psicología e investigadora - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Áreas de trabajo: historia de la psicología, estudios de género y formación de psicólogos. Profesora Titular de la Cátedra Historia Social de la Psicología en Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), Argentina. E-mail: anaelios@hotmail.com

Julia Marín: Graduación en Psicología. Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), Argentina. E-mail: lic.juliamarin@gmail.com

Viviana Alfonso: Abogada. Estudiante avanzada de Psicología. Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP) Argentina. E-mail: vi-alfonso@hotmail.com


1 Dirección de contacto: E. Finochietto 480, 1º K, Ciudad de Buenos Aires. CP: 1143.

E-mail: anaelios@hotmail.com

DOI: http://dx.doi.org/10.20435/pssa.v9i2.500